domingo, 20 de diciembre de 2015

Mientras tanto, en el mundo real...

Mientras la gente no sepa compartir ni dar un poco a quien lo necesita, de nada servirá un
reparto de la riqueza.
Mientras la gente no sepa aceptar la multiculturalidad y las peculiaridades de cada persona, de
poco servirán las leyes contra el acoso.
Mientras los padres no enseñen a sus hijos lo importante que es ir al colegio, pocas reformas
educativas podrán bajar la tasa de abandono escolar.
Mientras los jóvenes sigan aprendiendo inglés sin hablarlo ni practicarlo con algún turista,
habrá un nivel bajo.
Mientras la gente no separe la basura en casa, ni ahorre, de poco servirán las leyes a favor del
medio ambiente.
Mientras haya gente con pánico al fracaso, pocos emprendedores saldrán adelante.
Mientras haya gente que no lea, no tendrá suficiente uso bajarle el IVA a los libros.
Pero sobre todo...
Mientras haya gente que crea que con cambiar a trescientas personas en una cámara, cambiará
el país, nada cambiará jamás.
Si el Gobierno cambia y nosotros no, nada valdrá la pena.
El futuro no se decide en una papeleta cada cuatro años, sino en el día a día.

viernes, 5 de junio de 2015

Sazonado con politiqueo, sabe peor.

¿Alguna vez habéis oído a alguien pronunciar las palabras “Me siento orgulloso de ser español” sin que nadie le mire con cara de pocos amigos o le recrimine? Si es así, puede que aún haya esperanza. Sin embargo, pensemos: ¿por qué, en primer lugar, tiene que existir tal reacción ante tal comentario? Muy sencillo: porque hay política de por medio.
Hoy en día, uno ya no puede expresar tranquilamente qué admira de este país, ¡y es una lástima enorme! Visualizad el contenido de la siguiente definición:

¿Que cómo es España? Pues España es un país multicultural. Sobre todo eso: multicultural. Dependiendo de a la zona a la que vayas, puedes encontrar maravillas, curiosidades, arte y cultura que difícilmente puedes encontrar en cualquier otro sitio. Si vas al sur, encontrarás arte islámico de la época de Al-Andalus. Si vas al norte, verás arte románico como en ningún otro lugar y el camino de Santiago, así como restos de arte romano por todo el país y algún que otro vestigio de cuando nos invadieron los godos; puede que hasta encuentres rastros de tribus indoeuropeas como los íberos o lo celtas en zonas del noroeste. Tenemos también dialectos, jergas diferentes e incluso algo fuera de lo común: el vasco, es decir, el idioma indoeuropeo más antiguo del continente y aún en uso. La comida es maravillosa, barata y muy sana; y es que se cultiva todo en una zona con un clima espléndido. De hecho, gracias a estos dos factores, España es el segundo país con la mayor esperanza de vida del mundo. Tenemos paisajes muy diversos, música con orígenes centenarios y gente con un ánimo y un espíritu que atrae a todos los extranjeros”.

Os sorprendería la de pocas personas que aún pueden contestar sin titubeos algo como esto. Y es que, hoy en día, en cuanto alguien dice “Me encanta España” o “Me siento orgulloso de ser español”, ya empiezan a tacharte de facha, y eso es triste, muy triste. Hoy en día apenas se puede discutir o debatir algo sin meter política de por medio. La gente no para de juzgarse en base a de qué pie cojea. Hay incluso personas que no se sienten españolas por razones políticas. Esto último es incluso, en ciertos contextos, comprensible. Uno es libre de decir que, según su DNI, es de nacionalidad española, pero que no comparte ninguno de los puntos de vista del modo de vida del lugar. Lo triste es, por ejemplo, decir algo como “No soy español: soy catalán” cuando una cosa engloba a la otra (al menos de momento, que nunca se sabe).
Hoy en día, es difícil no cargar de politiqueo cualquier observación. Y yo lo noto cuando alguien dice “España es un país lleno de corruptos” o “España es como el tonto de la clase: solo es bueno en deportes y religión” o incluso “España es un país con el mismo problema que Italia: votan a los que no paran de robarles”. Ya ni siquiera se habla de diversidad. La gente va con seguridad a la opción “España es esto” dependiendo de sus opiniones y creencias. Hemos llegado a un punto en el que la gente incluso intenta adivinar cuál es la ideología política de alguien en función de factores casi irrelevantes como su edad y área geográfica. ¿Qué pasa? ¿No puedo ser conservador viniendo de Bilbao? ¿No puedo tener ideas socialistas si tengo más de sesenta años? ¿Parezco anarquista por ir a la Universidad pública con beca?
Si la gente mete la política en todas las conversaciones, jamás se podrá disfrutar de un debate. Saldrán los prejuicios, los nacionalismos, la rivalidad y el ver cómo se echan la culpa unos a otros por la crisis. No digo que esté mal tratar el tema y debatir, pero no tiene que ser un denominador común.

Y si ya metemos el fútbol, mejor ni hablemos.

martes, 14 de abril de 2015

Qué es lo virtual

Introducción

Comencé a informarme sobre los problemas de lo virtual, supongo que como muchos, pensando en lo digital, en las nuevas tecnologías. De hecho, ésta es la parte de lo virtual que más he querido tratar, pese a dejar claro en todo momento que no es la única ni, por supuesto, la más relevante. En este ensayo pretendo subrayar dos cuestiones: que la virtualidad no se limita a lo digital, y que no podemos hacer que nuestra vida actual se reduzca a lo virtual.

Tengo claro que algunas definiciones (y quizá algunos ejemplos) que expongo pueden generar críticas. Igualmente hay cuestiones que he dejado abiertas, o que he nombrado pero en las que no he querido entrar; creo que necesitan un análisis separado, problemas como el de la corporeidad de los datos (aunque he concluido mayormente mi visión al respecto), el lugar que ocupa la narración oral (y la relación que ocupa con el receptor), o en qué consiste aquello que llamamos “mente”. En cualquier caso, he pretendido hacer una explicación conceptualmente precisa, y al mismo tiempo comprensible para el lector más lejano a algunos conceptos propios de la filosofía.


lunes, 31 de marzo de 2014

Filosofía Japonesa I

Introducción

Este ensayo corresponde a lo que en un principio iba a ser el esquema principal de una exposición sobre Filosofía Japonesa; al no darse la misma, he decidido redactarlo de forma debida y publicarlo de este modo. No obstante, se notará que sigue existiendo un cierto esquematismo, y que algunos temas se tratan muy superficialmente: esto se debe a que el mismo artículo/exposición pretende dar unas nociones básicas sobre el pensamiento japonés, desde sus comienzos hasta la época Meiji.
Gran parte del artículo está basado en otros escritos míos, que no tenían un orden específico, y eran más bien análisis de temas puntuales relacionados, sobre todo, con el Zen. También he recurrido durante todo el ensayo a la Historia de la Filosofía Japonesa de Jesús González Valles, Doctor en Teología y sacerdote dominico, con quien mantengo una relación de amor-odio continua que quizás haya que explicar de antemano:
Durante todo el libro, González Valles mantiene una exposición clara, precisa, y bastante rigurosa. Sin embargo, a mi entender, comete el error de criticar, bajo su propio criterio, a algunos pensadores, en especial a los materialistas, dejando de lado la rigurosidad que debiera tener una exposición histórica y filosófica.

En cuanto a otros asuntos en los que difiero de su criterio, he intentado exponerlos cuando han sido pertinentes, sin salirme del guión que me había marcado de antemano.

1. Cultura Japonesa
Mezcla cultural
Cuando nos referimos a la cultura tradicional de Japón, como pueblo, hablamos más bien de una actitud, de una predisposición a adoptar diferentes elementos culturales y fusionarlos dentro de una sociedad unida por una moral muy estricta; la tradición de Japón es la formalidad.
En la sociedad japonesa no importa tanto qué culto religioso se sigue (de hecho, casi todos tienen varios), o qué actividades se realicen (que también son muy variadas), sino que todo se haga correctamente, con estricta formalidad. Y en este sentido, los japoneses siempre han sido un pueblo proclive a la novedad y a aceptar elementos extranjeros, siempre que éstos no se opusieran a los ya existentes o rompieran la estabilidad del país.
La formalidad de los japoneses es característica de su concepción de la comunidad. No conciben al individuo fuera de la sociedad, sino completamente al contrario: como parte de un contexto existente, que lo define. Así lo explica Nakagawa Hisayasu, ejemplificándolo con la traducción japonesa de El Sueño de D'Alembert, de Diderot:
En francés, las personas, siendo cada una un sujeto independiente y atomístico, evolucionan dentro de una especie de espacio newtoniano, a saber, en un espacio absoluto y vacío. De ahí, esa identidad abstracta de todos los sujetos, que trasciende la situación.
En cambio, en japonés esta identidad no puede existir por el mero hecho de que el espacio, por así decir, no es sino la red social sutilmente jerarquizada de todas las personas. Sin esta red, no hay japoneses. [NAKAGAWA(2006): 21-22]

Dentro de esta cohesión social se van abriendo camino diferentes corrientes políticas y religiosas, que conviven sin entrar en conflicto; esto se debe a que desde la antigüedad existe en Japón un principio de “pluralidad de valores”, que considera necesaria la diversidad religiosa, a fin de satisfacer a individuos variados.
Al margen de las sectas, se pueden englobar en tres: sintoísmo, budismo y confucianismo.

El sintoísmo es la religión más antigua de Japón; está basada en mitos y leyendas, como los del Kojiki. Es la religión más extendida, ya que fue la oficial hasta el período Meiji (1868).
El budismo, que llegó a Japón a través de Corea en el siglo VI, está muy difuminado debido a sus diferentes sectas. Sin embargo, no es del todo una religión, como bien explica Watts: «No es una religión ni una filosofía; no es una psicología o cierto tipo de ciencia. Es un ejemplo de lo que en la India y en la China se conoce como un “camino de liberación”» [WATTS(2012): 27]
En cuanto al confucianismo, se adoptó en Japón solamente como una corriente moral y política, que no puede ser considerada como religiosa. Diderot la definió como semejante a la filosofía Ilustrada, mientras que las otras dos religiones eran para él solo mitos y locuras.


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martes, 12 de noviembre de 2013

De mi, de cada día.

Suena el despertador. ¿Ya son las 7? Lo apago. Me levanto, no sin antes apurar el agradable calor que emana todavía de  mi almohada. Camino hacia al baño, y me miro al espejo. Sí, me miro al espejo. La primera persona con quien hablo todos los días es con mi reflejo. Aclaro, es una conversación muda. Nos basta con mirarnos para saber qué piensa la otra. Nos leemos cada gesto con la boca, cada mirada taciturna. Es una relación especial, nunca he encontrado una conexión de tales dimensiones con nadie. Además de la empatía que rezuma de esa pequeña hacia mi a pesar de mi aspecto después de la batalla onírica, me sorprende el hecho de que gracias a ella cada día descubro cosas nuevas acerca de mi. Me conozco un poco más, y sin esfuerzo. Es como asomarme y observar dentro de mi (ojo, no hablo de una endoscopia, como lo entenderían los de mi gremio). Es algo profundo y que a veces, me asusta.
Hace unos meses empezaron a erigirse los cimientos de la que es ahora mi rutina diaria. No me quejo. Se parece a la vida, algo. Algo. Y ese algo es lo que atormenta todas las mañanas a mi reflejo, y que me contagia de una sensación de pánico. De repente el cuarto de baño encoge, de repente el techo y el suelo van a besarse, de repente las paredes se acercan más, y más... Y el desánimo crece, y se expande, es mi Big-Bang particular. ¿Cómo no voy a sentirme así, cuándo la veo a ella en el espejo, con esas ojeras y esa cutis blanca, casi cadavérica que no ve los rayos del sol?  ¿Cómo no voy a sentir lástima de ella, que parece tan frágil, se hace tan pequeña dentro de su pijama a medida que en su agenda anota fechas, y fechas y más fechas...? No vivo tranquila viéndola así. Si casi se me pone a llorar cuando recuerda la tierna y efímera caricia del verano, o la libertad que se le salía de las costuras.
En ese momento, me siento impotente. Solo han pasado unos minutos desde que puse los pies en este mundo, el mundo real, del asfalto y el reloj, y solo quiero volver a mi cama. Lo único que se me ocurre es sonreír. Y me siento tan ridícula allí plantada, con el pelo enmarañado, los ojos aún empañados, y las mejillas coloradas, y a la vez, tan sublime, porque veo que ella ríe por mi aspecto, y lo absurdo de la situación, y que se olvida de lo duro que será el día a partir de que la abandone y traspase el marco de la puerta. Es feliz, y yo soy feliz.
Así que todas mis mañanas, después de hablar con el espejo, le plasmo una sonrisa de oreja a oreja, de esas tan grandes pero tan puras que nada puede nublarla. Así, es como me recuerdo la vida.